El dolor del trabajo de parto


Enfrentarse al dolor durante el parto Eutokia Shen Dao Acupuntura Barcelona

Por Rut BORDÉS GARCIA
Instituto Shen Dao – Acupuntura Barcelona

Muchas mujeres experimentan un dolor considerable durante las contracciones; y esa expectativa es una de las grandes inquietudes que tienen las mujeres acerca del parto.

El dolor, por lo general, indica disfunción –“si duele, es que algo va mal”–. Un error común es pensar que eso mismo puede aplicarse al dolor del trabajo de parto. Pero el trabajo de parto no es ningún trastorno patológico, sino un proceso normal y natural.

¿Cómo puede un proceso natural llegar a ser tan doloroso? La teoría de la evolución sugiere que el dolor del trabajo de parto –como la mayoría de los fenómenos biológicos– atienden a un propósito. En realidad, existe una amplia evidencia de que un cierto dolor en el trabajo de parto, sin que este llegue a ser algo fatídico, es un impulso importante para el cerebro, ya que da pie a que el cuerpo se mueva de la manera más adecuada durante este proceso.

En la sociedad occidental actual el dolor está considerado como algo inaceptable. En la actualidad, el uso de analgésicos y sedantes está tan extendido que se toman invariablemente para enmascarar la más ligera molestia física o mental.

Consciente o inconscientemente, muchas mujeres tienen la esperanza de que asistiendo a clases prenatales y haciendo ciertos ejercicios podrán librarse de los dolores del trabajo de parto. Sin embargo, incluso la mejor preparación para el nacimiento no puede garantizar tal cosa. Es importante comprender que los dolores cíclicos de las contracciones no indican que algo vaya mal, sino que, por el contrario, esos dolores son normales e incluso funcionales y no debemos tratar de eliminarlos totalmente.

Enfrentarse al dolor del trabajo de parto

Responder al dolor con el movimiento adecuado te ayudará a favorecer el proceso del trabajo de parto y aminorará el dolor. Ciertos estudios demuestran que la pasividad es una causa común por la que el útero no se contrae de manera efectiva. Además, incrementa la sensación de dolor. Ello crea un círculo vicioso: ante la pasividad, más dolor y mayor pasividad.

Nuestra reacción instintiva ante el dolor es la de quedarnos inmóviles, lo cual es una forma del reflejo de sobresalto, e implica otros signos de pánico como sequedad de boca y dificultad para respirar. Eso forma parte de nuestro mecanismo de supervivencia. Ahora bien, si permanecemos tensos una vez la “amenaza” inmediata ha pasado, continua la secreción de la hormona adrenalina, que aumenta el dolor, y se bloquea la producción de endorfina, el analgésico natural del organismo. Aquí es cuando el proceso de “pensar durante un actividad” es esencial, tal y como propone la técnica Alexander.

Empecé a utilizar la técnica Alexander para, precisamente, inhibir la reacción al dolor. Cuando se acercaban las contracciones, inhibía cualquier movimiento o expresión facial, cualquier tensión contra el dolor, trabajar mentalmente para relajarlo. Esto me calmaba enseguida y, aunque no podía dormir, con unas contracciones que aparecían cada siete minutos, fue una noche de meditación, y, por consiguiente, tranquila.
Recibí al dolor pensando ‘Te doy la bienvenida. Tú me traes a mi hijo, eres un dolor bueno’. Iba a escribir ‘amoroso’, pero eso hubiera sido demasiado fuerte e inexacto, ya que era el dolor más terrible e intenso que había sentido nunca. Pero yo sabía que cada contracción duraría sólo un minuto o menos; la parte más aguda de la contracción duraba solo un par de segundos y eso la hacía más soportable. Si hubiera podido inhibirme un par de segundos más, hubiera empezado a descender y todo hubiera ido bien.

Estoy de rodillas, apoyada en la cabecera de la cama, que está un poco elevada. Me duele toda la espalda de manera insoportable. Cuando aparece el dolor, aflojo el cuello e inhalo el aire de manera controlada… Bernard me frota la zona lumbar a cada contracción. Las contracciones son ahora muy intensas, algunas duran noventa segundos o más y apenas pasan treinta segundos entre una y otra. Durante un tiempo se extienden desde la cabeza hasta abajo. Hay momentos que siento pánico y tengo ganas de echar a correr. Respiro a un ritmo constante y me recuerdo a mí misma que debo liberar. Pienso: he superado la última contracción y también podré con la siguiente. Admiro la tarea que está realizando mi cuerpo e intento participar en ella; luchar en esta etapa significa luchar yo misma.



Recurso 1 – Aflojar la boca

Cuando tu cuerpo te envía señales de que está a punto de empezar una contracción, en vez de aguardarla con resistencia y tensión, deja el cuello libre y expulsa el aire con la boca abierta, suelta y húmeda. Los músculos esfínteres, que suelen trabajar al unísono, controlan la boca, los párpados, la vagina y el ano (esto es algo que puedes comprobar cerrando fuertemente los ojos y observando qué pasa con los otros esfínteres de tu cuerpo). Relajando la boca, ayudas a relajar la vagina y esta, a su vez, libera la presión en el cuello del útero.

Producir deliberadamente saliva puede ayudar a seguir este proceso. La boca seca se asocia a pánico y tensión; una boca húmeda, a un estado más relajado (un orgasmo puede producir una salivación copiosa). Producir saliva puede ser una manera de enviar al cerebro una señal de relajación. Puedes hacerlo sonriendo o incluso pensando en sonreír.

Recurso 2 – Respirar de manera natural

Si tienes el cuello relajado y mantienes la espalda alargada y amplia, la respiración se regula por sí sola y crea el intercambio adecuado de oxígeno y anhídrido carbónico. No intentes hacer respiraciones profundas; si hinchas demasiado los pulmones, reduces el intercambio de gases, en vez de aumentarlos.

Si por alguna razón decae el ritmo del trabajo de parto e hiperventilas (exhalas e inhalas muy rápidamente), pierdes anhídrido carbónico con demasiada rapidez. Esto puede producirte una sensación incómoda, como de mareo por ejemplo. En casos extremos puede causar desmayos y sufrimiento fetal.

Una buena manera de evitarlo es colocar las manos sobre la nariz y la boca en forma de copa y respirar manteniendo esa posición. También puedes usar una bolsa de papel. Tu pareja puede igualmente ayudarte a restablecer la respiración rítmica y a calmarte respirando suave y acompasadamente cerca de tu rostro.

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